CRÍTICA DE LIBROS / BOOK REVIEWS

 

RESEÑA DEL LIBRO "DER SAMMLUNGSGEDANKE IM DIGITALEN ZEITALTER / L’IDEA DELLA COLLEZIONE NELL’ETÀ DIGITALE"

 

La publicación recoge la Lectio Magistralis que Klaus Kempf, Director del Departamento de Adquisiciones y Desarrollo de la Colección de la Bayerische Staatsbibliothek de Múnich y responsable de su “biblioteca digital”, pronunció en la Universidad de Florencia en marzo de 2013. El libro ofrece en primer lugar la versión alemana, seguida de la italiana.


El autor se centra en el concepto de colección como elemento clave de la biblioteca moderna, que comienza a configurarse en el renacimiento tardío y los albores de la modernidad. Aunque la idea de colección puede parecer desfasada, superada por las nuevas posibilidades que ofrece Internet y que desbordan los límites “físicos” de toda colección bibliográfica, el autor sostiene, sin embargo, que es un concepto que se transforma, pero permanece, y las bibliotecas deben adaptarse a él para comprender el papel que han de desempeñar en una colección global de alcance mundial.


Al comienzo de su estudio, cita a Francis Miska, quien en 1989 escribe que “si la biblioteca es algo, es una colección, si no hay colección, no hay tampoco biblioteca”. Esta afirmación resume la tesis clásica, vigente hasta hace muy poco tiempo. Dos décadas más tarde, en 2011, Rick Anderson sostiene, por el contrario, que “el futuro de la colección bibliotecaria será que no hay colección bibliotecaria”, de modo que “la biblioteca lo será todo, pero ya no una colección”. El radical cuestionamiento de la idea de colección, señala Kempf, no afecta solo a ese concepto, sino a la biblioteca misma, de cuyo futuro se duda o cuya desaparición muchos se atreven a pronosticar.


Planteado así el nudo de la cuestión, el estudio se estructura en tres partes, centradas en el ayer, hoy y mañana de la idea de colección.



1) En primer lugar, traza un breve desarrollo histórico del origen de la idea de colección, de su institucionalización y de los conceptos de orden, presentación y difusión, como factores que vertebran la colección “tradicional”. En la configuración del concepto moderno de biblioteca, centrado en la idea de colección, el libro se separa pronto de los demás objetos de la colección y el acento se sitúa en su contenido y no en su carácter de objeto estético. La biblioteca se independiza de otras colecciones, que encuentran su lugar en los museos, y emprende un recorrido que tiene como signo de excelencia el incremento de los fondos. El número creciente de publicaciones facilita la expansión constante y plantea problemas organizativos, que explican el proceso de institucionalización de las bibliotecas. El crecimiento del fondo bibliográfico lleva a establecer criterios de ordenación, que muestra la importancia del orden y disposición de los libros. La biblioteca desempeña además una función representativa, gracias a un espacio arquitectónicamente cuidado, verdadera obra de arte que prestigia un buen fondo bibliográfico. Más adelante se elaboran catálogos, con los que se busca la notoriedad de la biblioteca y por eso se publican, aunque inicialmente desempeñan una función secundaria. Este modelo clásico de biblioteca, centrado en la colección, pervive desde los comienzos de la época moderna hasta finales del siglo XX.



2) El “hoy” de la colección está representado por la aparición de Internet. Como todos los cambios habidos en la historia, no elimina y sustituye lo anterior, sino que convive con ello, aunque avanza a un ritmo más acelerado que procesos históricos similares. La aparición de Internet no es una etapa más del progreso tecnológico, sino una novedad que irrumpe en la vida y la cultura y las condiciona profundamente, como ocurrió con la invención de la imprenta, aunque de modo todavía más radical. Internet afecta directamente al papel dominante desempeñado por las bibliotecas en lo que respecta a su capacidad de proporcionar información cualificada. La biblioteca pierde su monopolio, desbordada por el aplastante flujo de información que circula a través de Internet. A esto hay que añadir características como la flexibilidad, la facilidad de transmisión y la hiperconectividad, que lo convierten en un competidor imbatible, con una disponibilidad, accesibilidad y capacidad de actualización nunca antes experimentadas e independientes de los condicionantes de espacio y tiempo. No es solo el mundo bibliotecario el que se desconcierta al sentirse apeado de su pedestal, sino que todos los actores del proceso de publicación ven alterada la relación que desde hace siglos existía entre ellos: autor-editor-librero-biblioteca-lector. Se trata, pues, de una “revolución de la cultura de la información”, con manifestaciones muy diversas.


El mundo bibliotecario reacciona a ese reto con la denominada “biblioteca híbrida”, un estado intermedio entre la biblioteca clásica, con fondos solo o principalmente impresos, y la biblioteca exclusivamente digital del futuro. La “biblioteca híbrida” permite que convivan ambos modelos, cada uno de los cuales se rige por principios muy diferentes, lo que provocará una profunda modificación en la manera de concebir y gestionar una biblioteca. Lo novedoso del concepto no es tanto la mera convivencia de dos soportes diferentes, sino el acento que se pone en el usuario, convertido en el centro de interés de la biblioteca, frente a la colección o fondo bibliográfico. A partir de ahora, las necesidades del usuario son objeto prioritario de atención y esto condiciona la planificación de la biblioteca. Hasta entonces, el centro lo constituía el desarrollo de la colección, anticipándose de algún modo al deseo o intención del usuario, o así, al menos, se creía. Esta actitud, a primera vista positiva, no lo es tanto cuando se advierte que apenas se contaba con la opinión y las necesidades del usuario, tarea difícil si la referencia es exclusivamente la propia colección local. El único modo de lograrlo es redescubriendo el concepto de servicio que, gracias a las facilidades de las nuevas tecnologías, permite proporcionar al usuario lo que necesita, más allá de la propia colección. Al mismo tiempo, esa orientación de la biblioteca la abre a una estrategia de cooperación, no solo con otras bibliotecas, sino con otros servicios y unidades de la propia institución.


¿Qué cambio experimenta el concepto de colección, y su desarrollo, en la “biblioteca híbrida”? Aquí hay que tener en cuenta los procedimientos diferentes según se trate del formato impreso o digital. Kempf enumera las siguientes características de la colección impresa:


Los principios por los que se rige la colección digital son bien diferentes:


La “biblioteca híbrida” implica, por tanto, un concepto de colección más amplio y variado. A ello se añade el fenómeno reciente del open access, que ha dado mayor relevancia a la llamada “literatura gris”, tradicional en las bibliotecas especializadas, pero apenas presente en las demás, y ha introducido cambios significativos en la accesibilidad a los recursos de información científica. En la actualidad, aproximadamente el 20% de la información científica relevante se encuentra en acceso abierto, que tiene especial impacto en las revistas científicas, con un crecimiento exponencial que podría llevaría en pocos decenios a una revolución en el sistema de publicación científica. Sin duda, las editoriales comerciales, en cuyas manos se encuentra gran parte de las revistas científicas de renombre, ofrecerán resistencia y han comenzado a desarrollar otros modelos “híbridos” para mantener el negocio.


Ante este nuevo panorama, cabe preguntarse cómo reaccionan las bibliotecas y qué futuro tienen sus colecciones. Las tradicionales tareas de adquisición y desarrollo de una colección mediante adquisiciones individuales han dejado de tener sentido, pues los nuevos recursos digitales se encuentran en la red. Las bibliotecas pueden colaborar facilitando el uso y asegurando la preservación a largo plazo de esos recursos, además de organizarlos de modo estandarizado y estructurado. La colección de la biblioteca híbrida requiere modos diferentes de orden, visualización y acceso. Gracias a Internet, el catálogo en línea es más flexible, con posibilidad de búsquedas complejas, y constituye una valiosa herramienta para el investigador. Por otro lado, es un elemento más de un sistema más complejo del que forman parte portales temáticos y páginas web especializadas que agrupan y ordenan los recursos existentes de diverso tipo: imágenes, mapas, textos digitalizados, léxicos y otras fuentes, blogs, enlaces diversos, etc. El carácter especializado y temático de esos recursos hace de ellos verdaderas “bibliotecas virtuales especializadas”, que facilitan al usuario búsquedas muy precisas y en muchos casos ofrecen acceso al texto completo online, cuando existe, así como la posibilidad de interacción con él.


3) Por último, el “mañana” apunta a una redefinición del concepto de colección, que deviene global, suprasectorial y virtual. Aunque sería mejor decir que la colección en el mundo enteramente digital será parte integrante de un entorno virtual de investigación (virtual research environment), característico de la nueva comunidad científica. Las dificultades para prever el futuro próximo de las bibliotecas, debido a la velocidad del progreso tecnológico, no impiden a Kempf formular algunos pronósticos, que se resumen a continuación.


La conversión al formato electrónico de las colecciones de las bibliotecas será muy rápida. El modelo “solo electrónico” pasará a ser lo habitual, debido a los planes de digitalización de sus colecciones que llevan a cabo las bibliotecas y a la iniciativa de Google que ha hecho posible digitalizar millones de libros y revistas en un tiempo record y ponerlas a disposición en Internet. Más que nunca será válido el principio de que lo no disponible en la red no existe. El futuro de las revistas está también en cuestión, pues su contenido esencial, los artículos, no tienen por qué agruparse en fascículos y años, sino que se ofrecerán en línea en la red como publicaciones independientes. Si continúa la carrera triunfal del acceso abierto, habrá cada vez más publicaciones y recursos en red libremente accesibles. Ahora bien, entonces no se necesita intermediario que se ocupe del acceso, como hasta el momento hacen las bibliotecas.


Por otra parte, cambiará nuestra imagen y representación de los contenidos de información, concediendo cada vez más importancia al aspecto multimedia. Se reforzará la idea de que la información no se transmite solo mediante textos y la presentación audiovisual dominará sobre la puramente textual. A esto hay que añadir el elemento interactivo, característico del mundo digital. El diálogo entre lectores y autores se incrementará y se difuminarán las fronteras entre ambos. Surgirán formas híbridas de creación y de actualización de recursos en red que obligarán a cambios y adaptaciones en el concepto de autoría, con sus consiguientes implicaciones jurídicas.


Por lo que respecta a la reformulación de la idea de colección en un mundo científico con exigencias cada vez mayores de información, Kempf apunta algunas líneas de desarrollo:


1) El predominio de la colección local de cada biblioteca no durará mucho. A medio plazo, se diferenciarán las bibliotecas según dos tipos de colección:


Siguiendo a Rick Anderson, menciona Kempf una “tercera vía” que considera realista en un tiempo previsible: la llamada confluid collection. Se trata de una core collection formada en su mayor parte de contenidos open access conservados de modo permanente o al menos a largo plazo y que se completan con colecciones de e-books, bases de datos y artículos de revistas de pago, accesibles durante un plazo limitado y que pueden complementarse con un sistema de impresión a demanda.


2) Hasta ahora, los archivos, bibliotecas y museos vivían de espaldas unos a otros. Internet y el rápido ascenso de una “realidad virtual” han llevado a reconocer puntos en común y a plantear la cooperación. Estas tres instituciones, que parten de tradiciones diferentes en lo referente a la colección, también en el mundo digital han desarrollado especificidades propias en el modo de tratar los objetos digitales. Especialmente en el ámbito de la digitalización retrospectiva hay cauces de cooperación entre los tres sectores y de creación de colecciones conjuntas digitales. Se ha comenzado ya hace tiempo con la definición de estándares comunes, como el protocolo Dublin Core. En el mundo digital es crucial la cuestión de la preservación de las colecciones, lo que supone dedicar atención especial al procedimiento de archivo. Esto no es difícil, pues el software y hardware no conocen diferencias entre materiales bibliotecarios, archivísticos y museísticos.


3) El rápido desarrollo de la tecnología incide también en el modo de trabajo de los investigadores, que ha provocado una “revolución silenciosa” vigente desde hace años. La investigación es, más que nunca, trabajo en equipo. Un fenómeno de gran interés actualmente es la investigación con los big data. Hasta hace poco tiempo no era imaginable el enorme volumen de datos que se encuentran disponibles y organizados y constituyen una infraestructura imprescindible para la investigación, también en las ciencias sociales y humanas, que trabajan cada vez más con grandes conjuntos de datos (p. ej., lingüística, arqueología, etc.). El manejo de esos datos exige un nuevo modo de trabajo, con una virtualización de los procesos de trabajo científico y apoyo por medio de las tecnologías, con el objetivo de que cualquier investigador pueda en cualquier momento y lugar disponer de un puesto de trabajo con acceso a los datos que necesite y la infraestructura necesaria para ello. Se habla así de un “entorno virtual de investigación” (VRE: virtual research environment), la nueva palabra mágica en la comunidad científica, que experimentará un gran desarrollo en los próximos años e influirá decisivamente en el trabajo científico, que será cooperativo e interdisciplinar.


La aparición de los VRE supone un reto, pero también una buena oportunidad para las bibliotecas. Si hasta ahora éstas tenían como tarea esencial hacer disponible la información por medio de las herramientas de búsqueda y plataformas de acceso como catálogos o portales especializados, pasa ahora a primer lugar el apoyo a los investigadores en la evaluación y elaboración de los recursos de información, con aplicaciones de software distintas del propio sistema bibliotecario. Los bibliotecarios se convierten en actores en el propio proceso de la investigación y las bibliotecas se aproximan a los investigadores para construir conjuntamente la gestión profesional de la información de los datos de investigación. El contenido de la información se deberá adaptar a cada proyecto y, según los casos, al usuario e investigador individual. La trascendencia para el concepto tradicional de colección es enorme. No se trata ya de coleccionar publicaciones, sino de administrar, preparar, catalogar y archivar cantidades ingentes de datos numéricos en bruto, esto es, de un contenido que hasta entonces no era prioritario para bibliotecas especializadas. La idea de colección no es algo obsoleto, sino que se transforma, de modo similar a como el concepto de investigación se modifica de continuo. Las bibliotecas se convierten, al menos parcialmente, en “departamentos de investigación de información científica”, que desarrollan y mantienen complejas infraestructuras de investigación. Para asegurar con éxito un nuevo ámbito de tareas, no deben dedicarse tanto a desarrollar un servicio para la ciencia, cuanto a elaborar y gestionar entornos virtuales de investigación, trabajando en equipo con los investigadores, con apoyo de los informáticos. Los investigadores de ciencias sociales y humanidades están acostumbrados a una colaboración estrecha, también en la era digital, pues las bibliotecas constituyen un componente esencial del trabajo científico y forman parte de la infraestructura de investigación. En las ciencias naturales, en cambio, las bibliotecas no se han implicado activamente en el proceso de investigación, limitándose a ofrecer la literatura especializada necesaria y a recibir los resultados de investigación publicados. Para las bibliotecas sería una gran oportunidad intervenir en estos ámbitos científicos hasta ahora alejados, especialmente en el relevante sector de los datos primarios. Se trata de una tarea muy exigente y de una nueva orientación, que podría considerarse revolucionaria, pero que ni siquiera garantiza a cada biblioteca su supervivencia como institución, porque −concluye Kempf− las colecciones son parte integral de este nuevo mundo virtual en formación que continúan viviendo, en forma digital, con independencia del destino que tengan las bibliotecas como instituciones. En definitiva, la idea de colección, más flexible y adaptable, está en mejores condiciones de sobrevivir que la de biblioteca, que nació como modo institucionalizado de gestionar aquélla. En otras palabras, se puede decir que la gran “biblioteca universal” será en realidad una gran “colección universal”, aunque para ello es preciso contar con la colaboración del bibliotecario capaz de adaptarse al nuevo entorno científico.


 

Por Víctor Sanz Santacruz
Universidad de Navarra

 

Copyright: © 2014 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution-Non Commercial (by-nc) Spain 3.0.