CRÍTICA DE LIBROS / BOOK REVIEWS

 

EUROPEANA. LA PLATAFORMA DEL PATRIMONIO CULTURAL EUROPEO

Luis Fernando Ramos y Rosario Arquero Avilés (coords.)

Gijón: Ediciones TREA, 2014. Colección Biblioteconomía y Administración Cultural, n. 271. ISBN. 978-84-9704-840-8

 

La irrupción de Internet a mediados de los años noventa, auspiciada por la entrada de su aplicación más conocida, el World Wide Web, cambió la vida de muchas personas y organizaciones. Y es que la llegada de la microinformática en la década de los ochenta y la generalización de Internet en los noventa –como culminación de un proceso iniciado varias décadas antes- pusieron a las tecnologías de la información y las comunicaciones en el eje de profundas transformaciones económicas, políticas y sociales. Así, desde los años noventa se sucedieron una serie de planes políticos de carácter estratégico que serían la semilla de los innumerables proyectos, entre ellos los de digitalización, puestos en marcha en el mundo.



En 1993 se publica en Estados Unidos el denominado Plan Gore “Tecnología para el crecimiento económico de América. Una nueva dirección para construir el fortalecimiento económico” en el que se presenta a las tecnologías como el catalizador del crecimiento económico. Europa reacciona en 1994 con varios documentos, como el Libro Blanco “Crecimiento, competitividad y empleo: retos y pistas para entrar en el siglo XXI”, el Informe Bangemann “Europa y la Sociedad global de la información”, o el Plan de Acción de la Comisión “Europa en marcha hacia la Sociedad de la Información”, donde expertos y autoridades describen al mundo multimedia como generador de riqueza.



Esos planes fueron el espaldarazo para que en febrero de 1995 se organizase en Bruselas, entre el G7 y la Comisión Europea, la “Conferencia Internacional sobre la Sociedad de la Información” que puso en movimiento once proyectos que iban a funcionar de manera coordinada con las políticas que ya estaban en marcha en Estados Unidos, Europa y Japón. Entre aquellos proyectos había varios que se orientaban directamente a la digitalización de contenidos y su puesta en red, como el de museos y galerías electrónicas, bibliotecas electrónicas o sistemas de información para Administraciones.



Es así en este periodo de finales del siglo XX y comienzos del XXI, y en el espectacular desarrollo de Internet, cuando se suceden normas, leyes, planes políticos –como los señalados- y la aparición de un nuevo concepto: el de reutilización de la información. Precisamente en la Directiva europea de 2003 relativa a la reutilización de la información del sector público se dice que la producción de contenidos ha dado lugar en los últimos años a una rápida creación de empleos, en los que el sector público constituye una materia prima importante para diversos productos y servicios de contenidos digitales. Siendo así, como en este ambiente aparece Europeana, un proyecto colectivo de diversos países europeos, instituciones y usuarios.



El libro que se presenta a continuación “Europeana. La plataforma del patrimonio cultural europeo”, coordinado por los profesores Ramos Simón y Arquero Avilés, y publicado por la editorial TREA a finales de 2014, es una obra en la que han participado catorce autores pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria, y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.



El libro se estructura en once capítulos, un útil glosario de términos comunes al principio de la obra y cuatro anexos finales que pertenecen a los capítulos 5 y 10 y que son los siguientes: la Carta del dominio público de Europeana, el Acuerdo de intercambio de datos Europeana, la relación de agregadores de Europeana en 2014, y el listado de todos los proveedores del Proyecto. La obra también tiene una abundante bibliografía, que se encuentra tanto al final de cada capítulo, como al final de la obra.



Europeana está regida por una fundación Stichting Europeana, con sede en la Biblioteca Nacional de los Países Bajos en La Haya, que ofrece el marco jurídico que permite la sostenibilidad del proyecto.



Europeana tiene como principal objetivo ofrecer un punto de acceso único, directo y multilingüe al patrimonio cultural europeo. Así, los usuarios que acceden a Europeana entran a un portal que actúa como punto único de entrada a contenidos y objetos digitales distribuidos por toda Europa, y que registra documentos de muy diverso tipo y no sólo texto, como imágenes, sonidos, video y documentos en 3D. A través del portal, los usuarios pueden consultar la plataforma introduciendo los términos de búsqueda de su interés, o seleccionando diversas categorías. Los resultados se pueden depurar posteriormente con diversos filtros.



En este modelo se encuentran los proveedores de contenido, que pueden ser tanto instituciones públicas como privadas; los agregadores, que son las organizaciones que recopilan ficheros y metadatos de un grupo de proveedores, los estandariza y los transmite a Europeana; y la propia Europeana.



Concepción Mendo Carmona y Carlos Miguel Tejada Artigas, profesores de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Universidad Complutense, relatan en el capítulo dos –un capítulo que tal vez debería de haber sido el primero del libro- el recorrido histórico del portal desde su nacimiento a la actualidad. Unos antecedentes que se remontan a los años noventa, cuando desde las instituciones europeas se comienza a mostrar interés en fomentar la digitalización de los contenidos europeos y su distribución a través de Internet. Pero aunque las semillas se pusieran mucho antes, Europena tiene una vida más corta. El prototipo inicial aparece a finales de 2008, en el marco de un proyecto denominado European Digital Library Network (EDLnet) creado por la Comisión Europea dentro de su programa eContentplus.



Los autores citan entre esos antecedentes varios proyectos en materia de archivos y bibliotecas. En el ámbito de los archivos se encuentra el Portal Europeo de Archivos en Internet (APEnet) creado en noviembre de 2005 para construir una red de archivos. Un proyecto de creación y mantenimiento de una pasarela en Internet de archivos y documentos en Europa. Y en el ámbito de las bibliotecas, la Biblioteca Europea (The European Library). Los antecedentes de la Biblioteca Europea se encuentran en 1997 con el proyecto Gabriel (Gateway and Bridge to Europe’s National Libraries) que tenía como propósito crear un portal web de bibliotecas nacionales europeas. El proyecto se amplió posteriormente, y precisamente en este contexto fue cuando la Biblioteca Europea bajo la dirección de la Conferencia de Bibliotecas Nacionales Europeas presentó el proyecto dentro del programa eContentplus que lanzaría a Europeana en 2008. Proyecto que se estaba planificando desde 2005 cuando los jefes de Estado y de Gobierno apelaron a la creación de una Biblioteca Digital Europea, en vista de los proyectos fragmentarios y dispersos que ya se estaban haciendo en diversos países.



La presencia española en Europeana se describe a lo largo de varios capítulos. En el primero “La aportación de España a Europeana” de María Antonia Carrato Mena, se detalla la implicación del Ministerio de Educación y Cultura en el origen y desarrollo del proyecto, y se cita la presencia de Hispana, como agregador nacional, y algunos grandes proyectos que cumplen con los requisitos de Europeana, como la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica y la Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico. Concepción Mendo y Carlos Miguel Tejada describen también, en el capítulo dos, los organismos, públicos y privados, que han desarrollado proyectos que tenían como objetivo mejorar los contenidos y la forma de acceso en Europeana. Y Juan José Prieto, en el capítulo tres “Europena: colección y contenidos” relaciona a los proveedores españoles de la plataforma.



Las profesoras del Departamento de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Complutense Rosario Arquero Avilés y Silvia Cobo Serrano, son las encargadas de estudiar y describir en el cuarto capítulo del libro el modelo de negocio de esta plataforma, entendiendo que los proyectos como el de Europeana no tienen sólo un interés de índole cultural, sino que llevan asociados beneficios económicos y sociales.



Describen el modelo de negocio y la visión estratégica de Europeana, que utiliza el modelo de negocio Canvas que ha dado lugar al Plan Estratégico de Europeana y que es desarrollado por Alexander Osterwalder e Yves Pigneur. Se articula en varios módulos que cubren cuatro áreas principales de negocio: los clientes -que aquí son los usuarios o destinatarios-, la oferta, la infraestructura y la viabilidad financiera.



Dicho modelo se estructura a su vez en varios segmentos, que las autoras van describiendo con gran precisión: los segmentos de mercado, los socios clave, las propuestas de valor, las actividades clave, los canales, las relaciones con los clientes/usuarios/destinatarios, los recursos clave, las fuentes de ingreso y la estructura de costes. Un modelo en el que el sector público es el primer responsable en la aportación de fondos para digitalizar y que busca la implicación del sector privado.



En la última parte del capítulo Arquero y Cobo describen el Plan Estratégico de Europeana 2011-2015 que se sintetiza en cuatro líneas: agregar (o ampliar la red de proveedores de contenidos, implementar iniciativas nacionales de agregación y mejorar la calidad de los metadatos, en torno al modelo Europeana Data Model), facilitar (que supone compartir el conocimiento, fomentar la investigación, desarrollar aplicaciones, o reutilizar sus contenidos), distribuir (para hacer más accesibles los contenidos de Europeana), y atraer (a través de la fidelización de los usuarios estableciendo nuevas relaciones con los mismos).



En el capítulo cinco los profesores Iuliana Botezan y Rodrigo Sánchez describen la contribución de los proveedores al proyecto que en 2014 tenía más de treinta millones de registros. Los países que más producción aportan son Alemania, Francia y los Países Bajos, seguidos de España. Si bien todos los países de la Unión Europea son proveedores de registros algunos Estados no miembros de la UE también participan como Rusia, Ucrania o Turquía, aunque con aportaciones muy discretas, si bien destaca Noruega, un país que no pertenece a la Unión, pero que con apenas cinco millones de habitantes aporta más de un millón de registros.



Los proveedores son muy diversos, y aunque los museos ocupan el primer lugar en número de proveedores, son las bibliotecas las que aportan más registros. Junto a museos y bibliotecas encontramos instituciones del patrimonio cultural, fototecas y fonotecas, mediatecas, archivos, bibliotecas virtuales, universidades e instituciones de investigación, entre los proveedores más reconocidos.



Como se ha señalado, el papel de los agregadores es fundamental. Existen tres tipos: los agregadores basados en proyectos que suelen tener financiación europea y reúnen a diversas instituciones bajo un enfoque común; los agregadores geográficos, que pueden ser paneuropeos, nacionales, regionales; y las instituciones independientes, que sin tener una vocación geográfica, son instituciones que pertenecen a consorcios y difunden sus propias colecciones o las de otros por encargo.



En el capítulo seis el profesor Félix del Valle, analiza los patrimonios visuales y audiovisuales de Europeana, referidos a la fotografía, el sonido, el cine y la televisión, que constituyen la memoria audiovisual de los siglos XIX y XX. Estos documentos por su complejidad, fragilidad y, en ocasiones, obsolescencia -porque son dependientes de tecnologías pasajeras-, encuentran en Europeana un instrumento de preservación y difusión. Aunque el audiovisual y el sonido, más difíciles de digitalizar, tienen una presencia discreta en el conjunto del Proyecto. Como nos dice su autor: “Decenas de colecciones fotográficas son preservadas en archivos, bibliotecas o instituciones culturales de toda Europa y encuentran en Europena una oportunidad para alcanzar una difusión impensable para un tipo de material de difícil consulta por su fragilidad intrínseca”.



Félix del Valle describe el proyecto EuropeanaPhotography que es un gran consorcio que reúne colecciones fotográficas de archivos, bibliotecas públicas y museos fotográficos. Expone los criterios de selección de imágenes, las recomendaciones de digitalización, el sistema de metadatos y los derechos de propiedad intelectual.



Junto a EuropeanaPhotography se presenta el Proyecto europeo para la digitalización de imágenes históricas, Europhoto. Un proyecto que soportan algunas de las agencias de noticias más importantes de Europa entre las que se encuentra la Agencia EFE. El capítulo se completa con la mención a otras propuestas como Daguerreobase (centrado en los daguerrotipos europeos), Europeana Open Culture, etc.



La dificultad del proyecto, el elevado número de países e instituciones implicados, con infraestructuras y aplicaciones en muchas ocasiones diferentes, ha llevado a Europeana a buscar un marco de normalización e interoperabilidad. Estas cuestiones han sido tratadas detenidamente en el capítulo siete redactado por el profesor Marco Cuenca “Interoperabilidad en Europeana” y en el capítulo ocho “Metadatos en Europeana” escrito por Bárbara Muñoz de Solano, jefa de la Biblioteca y el Centro de Documentación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.



Uno de los problemas, en el ámbito de los proveedores de Europeana, es que los sistemas que fueron concebidos en su origen para el control de estos recursos no fueron ideados para el intercambio de datos, lo que hace que los contenidos se presenten en tipologías muy variadas, con propiedades diferentes, y en muy diversas lenguas, por lo que el tratamiento de manera integrada es muy complejo.



La solución se ha encontrado en Europena Data Model (EDM) que mejora sustancialmente el intercambio y el acceso a la información sobre el patrimonio cultural y científico, y que ha sustituido gradualmente a Europeana Semantic Elements (ESE). Como nos dice Muñoz de Solano, el uso de EDM hace a Europeana compatible con el paradigma de la Web semántica y le permite ser parte emergente de la comunidad de Linked Open Data. Es decir datos vinculados basados en las siguientes características: el uso de Resource Description Framework (RDF) como meta-modelo, el uso de Uniform Resource Identifier (URI) para identificar información estructurada sobre los objetos de patrimonio cultural, y las especificaciones de Open Archives Initiative Object Reuse and Exchange (OAI-ORE) como el marco estructural.



La usabilidad ha sido otro concepto analizado en el libro, en su relación al portal de Europeana. La usabilidad se entiende como la capacidad de un producto de software de ser entendido, aprendido, utilizado y atractivo para el usuario, cuando es utilizado en unas determinadas condiciones, y que implica dos enfoques. El primero está centrado en el usuario y la forma de realizar sus búsquedas, y el segundo en el diseño del producto, la interfaz disponible y la capacidad de respuesta. Aunque el concepto de usabilidad es indisociable del de accesibilidad.



En este contexto Luis Rodríguez Yunta, presenta en el capítulo nueve “Usabilidad y recuperación en Europeana: comparación con otras bibliotecas digitales y portales” los resultados de un análisis comparativo con diez bibliotecas digitales, entre las que se encuentran World Digital Library, el Proyecto Gutenberg, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Internet Archive o The European Library, entre otras, y donde analiza las características generales de la interfaz, la navegación directa por colecciones o documentos, los sistemas de búsqueda, la presentación de los resultados, el refinamiento tras una búsqueda, la nueva búsqueda a partir de un registro, la adaptación a los nuevos soportes distintos al ordenador, y la personalización y herramientas de la web social. Rodríguez Yunta concluye que aunque Europeana es un proyecto muy ambicioso tiene muchos aspectos que mejorar en el diseño de la interfaz, en la capacidad de recuperación, sobre todo en cualquier lengua, y en la falta de una estructura clasificatoria que permita navegar por toda la colección y facilite el refinamiento de las búsquedas.



El profesor Luis Fernando Ramos Simón es el encargado del capítulo diez dedicado a conocer los derechos sobre los metadatos y los contenidos de Europeana. En este caso se diferencia entre los metadatos y el contenido a que hacen referencia, ya que en el modelo de Europeana se pretende que mientras los metadatos estén ampliamente disponibles para su libre acceso y uso, los objetos mismos o la imagen digital pueden estar sometidos a diferentes condiciones de uso o reutilización. Lo que quiere decir que mientras los datos para identificar una pintura son totalmente accesibles y reutilizables, la imagen digital del cuadro puede tener restricciones. Ello da lugar a que aparezca el concepto de capas de información en el acceso a los contenidos, y en concreto de cuatro capas que son las que usa Europeana: capa de objetos físicos (es el objeto mismo); capa de reproducciones digitales (es el objeto digitalizado) aunque cuando el objeto tiene un origen digital -como un libro digital- la primera y la segunda capa coinciden; capa de miniaturas, que es una visualización en baja resolución de las características generales de un objeto; y capa de metadatos, que contiene la información sobre los objetos a través de una descripción del objeto físico y digital de las capas anteriores. Y es que por un lado están los acuerdos entre Europeana y las instituciones que proveen los contenidos, y por otro las relaciones de los usuarios con los titulares de los contenidos accesibles.



Ramos Simón describe los acuerdos de Europeana con los proveedores y los usuarios, y los tipos de licencias generales de usuario sobre los objetos digitales accesibles desde la plataforma. Así tenemos las licencias de dominio público y libre acceso en el ámbito digital (licencias PDM y CC0), las licencias digitales estándar de Creative Commons, las declaraciones de derechos específicas de Europeana -realizadas para los proveedores de datos que no quieren permitir la libre reutilización-, los derechos sobre las obras desconocidas y las declaradas huérfanas, o los acuerdos público-privados para la digitalización del patrimonio digital -basados en la última directiva europea sobre reutilización que en resumen es Out of Copyright-Non Commercial Use. Además de mencionar las herramientas existentes para la gestión de los derechos de Europeana.



La profesora Gemma Muñoz, del Departamento de Historia de la Filosofía, de la Universidad Complutense firma el último capítulo en el que analiza el impacto y el valor pedagógico de Europeana. Este capítulo busca plantear un contrapunto a la indiscutible supremacía ideológica que aparentemente representa Internet, y es que aún reconociendo las compensaciones de Internet y que la autora cita en su capítulo, como por ejemplo el que aumente la capacidad de los usuarios para examinar grandes cantidades de información, o el incremento de la habilidad para realizar varias tareas al mismo tiempo, se pone de manifiesto que información no es conocimiento. El acceso a la información disponible en Internet no hace más capaces y preparados a los usuarios. Frente a las denominaciones de sociedad de la información o de sociedad red, existe la concepción de sociedad del espectáculo. La profesora Muñoz rescata la obra que José Luis González Quirós publicara en los años noventa “El porvenir de la razón en la era digital” que nos decía: “Se ha llamado sociedad del conocimiento a aquella que depende de las tecnologías necesarias para un manejo masivo de datos, habiéndose considerado, de modo característico, que una sociedad en que la información es abundante y se mueve a buen ritmo es necesariamente una sociedad ilustrada. La supuesta identificación de información y conocimiento y la sustantivación de ese conocimiento como variable decisiva, oculta hasta qué punto tal conocimiento puede ser compatible con un cierto grado de inconsciencia que no reflejaría un dominio del saber sino, más bien, una forma precisa y curiosa de ignorancia”. Y es que como nos decía en enero de 2000, en el desaparecido Diario 16, el periodista Fermín Bocos: “Sin estudios, sin años de lectura, en definitiva sin formación, el internauta no es gran cosa. Si acaso, carne y ojos de rebaño manipulados por quienes sí tienen formación… nunca como ahora tuvo el ser humano tantas posibilidades de estar informado y, sin embargo, jamás hubo tanto ignorante… Antes que internautas, intentemos ser bachilleres”.



En resumen, una obra necesaria para entender mejor qué es Europeana.



 

Por Antonio Muñoz-Cañavate
Departamento de Información y Comunicación
Universidad de Extremadura
amunoz@alcazaba.unex.es

 

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