OBITUARIO / OBITUARY

 

IN MEMORIAM EUGENE GARFIELD (1925-2017)

 

Hace ahora unos diez años, en 2007, y aprovechando la presencia del doctor Garfield en el congreso de ISSI en Madrid, le invitamos a dar una charla en la Universidad de Granada. Dio su charla, le impusimos alguna medalla y, como es de rigor en estos casos, se le dio una cena en uno de los restaurantes con mejores vistas a la Alhambra que hay en el Albaicín. Hubo suerte, la puesta de sol fue magnífica y pudimos ver como se apagaban los reflejos dorados y rojizos del sol sobre las murallas de la fortaleza. Durante todo este tiempo el doctor Garfield no dejó de hablar sobre… el significado de las autocitas y su efecto en el impacto de los autores y de las revistas. Era sin duda un hombre y su idea. Un caso extremo de la atención focalizada de la que hablaba Cajal como una de las condiciones para alcanzar la excelencia en la investigación.


Eugene Garfinkle, “Gene Garfield”, nació en Nueva York en 1925, era de origen europeo, mezcla de lituano, judío y alguna cosa más, típico resultado de la emigración de principios del siglo pasado en los Estados Unidos y tuvo además una vida que se ajusta al patrón del sueño americano: inteligencia, esfuerzo y tenacidad coronados por el éxito. 


Se formó en la universidad de Columbia, licenciándose en Química, hizo un máster en Library Studies y se doctoró en Lingüística por Pennsylvania, con una tesis que tenía ya un fuerte componente documental-algorítmico. En cualquier caso él siempre se declaró como un “Information scientist”.


A partir de 1951 trabajó en la John Hopkins en proyectos totalmente volcados ya a la Documentación, a la indización automática concretamente. Como puede verse, hasta ese momento desarrollaba una destacada pero típica carrera vinculada a la universidad siguiendo el modelo norteamericano de gran movilidad aunque con un elemento adicional significativo como era su carácter multidisciplinar.


Quizá esa combinación de factores y su audaz manera de enfrentarse a la documentación con herramientas científicas fueron los que le llevaron a dar su siguiente paso e imprimir un giro decisivo en su vida: la fundación de una empresa orientada a llevar a la práctica sus propuestas que ya en 1955 se habían concretado a través del famosísimo trabajo publicado en la revista Science: Citation indexes for science. A new dimension in documentation through association of ideas 122(3159), p.108-11, que es considerado actualmente uno de los seminal papers de nuestra disciplina (aunque no sea uno de los más citados). Es significativo que un joven desconocido, sin otras credenciales científicas que sus ideas, pudiese publicar en una revista de este calibre un trabajo casi de debutante (su carrera como autor había empezado de hecho en 1952).


E. Garfield, en realidad, y como ha sucedido con pioneros anteriores, combinaba de forma nueva ideas ya conocidas extraídas de repertorios jurídicos como el Shepard´s Index, de los textos sociológicos de R.K. Merton y otros autores del campo de la Sociología de la Ciencia, de las leyes empíricas descritas por Bradford sobre la dispersión de la literatura y de su propia experiencia como lingüista computacional. Era el enfoque y su intuición lo que dotaba a la iniciativa de un valor excepcional.


En torno a esas ideas construyó no solo una propuesta teórica sino también el producto derivado. Entre 1955 y 1961 Garfield pone en marcha, con muchas dificultades pues no encontraba financiación, distintas iniciativas, entre ellas los Current Contents que al final se concretan en la fundación del Institute for Scientific Information (ISI) y la publicación del Genetic Citation Index (1960) primera versión del posterior Science Citation Index. El éxito del producto y el apoyo de J. Lederberg (Nobel de medicina en 1958 junto con Severo Ochoa, por cierto) y con él el del National Institute of Health decidieron el futuro de la empresa. En los años siguientes la base de datos fue creciendo de forma continua, hasta abarcar todos los ámbitos de la Ciencia. Complementariamente lanzó los Informes de citas de revistas (JCR) en 1975, otra idea destinada a tener un impacto mundial. 


La actividad empresarial de Garfield nunca detuvo su trabajo científico, siguió publicando de forma constante tanto trabajos de carácter divulgativo, a través de sus famosas columnas en Current Contents, como artículos en las revistas académicas más prestigiosas, además fue fundador y editor de The Scientist. Todavía en los años 90 escribía y proponía nuevos índices y en 2007, con más de 80 años, lanzaba el programa Histcite.


Los productos del ISI y más tarde, todavía bajo su inspiración, los de Thomson, fueron evolucionando a tenor de las capacidades tecnológicas del momento, es interesante recordar que, como el propio Garfield ha escrito, sus productos eran hijos de las posibilidades que ofrecían los primeros ordenadores (una primitiva IBM 101 de tarjetas perforadas fue su primera adquisición) y de su original orientación bibliométrica (en un momento en que ni la palabra estaba inventada). Al principio fueron los meros datos bibliográficos más los bibliométricos, aunque éstos eran una innovación radical respecto a las bases de datos convencionales; luego incorporó los elementos documentales clásicos, pasó del papel a los CD Roms y casi inmediatamente al acceso a través de la red, más adelante vinieron los enlaces a los documentos originales, y, finalmente, la información de carácter evaluativo para el análisis a nivel personal e institucional, otra novedad que volvía a revolucionar la oferta tradicional de las bases de datos. No es exagerado decir que las bases de datos actuales más importantes se han construido en buena medida a la imagen y semejanza del modelo original desarrollado por el ISI y sus productos.


Aunque sea una forma limitada de valorar su éxito en esta faceta empresarial baste decir que la compra de ISI por Thomson alcanzó la cifra de 120 millones de dólares.


 

Publicaciones y reconocimientos


El volumen de trabajo de Eugene Garfield es realmente abrumador. Más de 1500 trabajos, de los que unos 800 son artículos. Para explicar esta productividad torrencial hay que recordar aquí su actividad como editorialista/columnista en publicaciones como The Scientist o Current Contents. Es, de hecho, uno de los autores más prolíficos de nuestra disciplina, pese a que su actividad principal se dirige a revistas del campo multidisciplinar, y, si se considera el conjunto de sus trabajos sería de lejos el más citado. Pero lo que quizá mejor describe su orientación es el hecho de que ha publicado trabajos en revistas que se ubican en más de sesenta categorías diferentes (del JCR, por supuesto) y ha recibido citas desde doscientas veinte. Para valorar lo que esto significa se puede comparar, por ejemplo, con los últimos premios nobel de medicina que las reciben desde unas 150 categorías o los de Física que lo hacen desde unas 100, y podemos añadir que todos ellos tienen un índice h considerablemente más bajo que el de Garfield.


Eugene Garfield recibió numerosísimas distinciones y varios doctorados honoris causae. De todos ellos sólo voy a mencionar dos, la medalla Price, el Nobel de la Documentación, y el último de todos, el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Barcelona, la única universidad española que ha tenido la inteligencia de valorar su extraordinaria contribución a la Ciencia.


 

La influencia

Aún así su labor puramente científica no es la faceta más relevante. Si se hubiese mantenido en este plano estrictamente científico, E. Garfield sería hoy uno de los principales autores del mundo de la Documentación científica, posiblemente sólo equiparable a DJS Price. Su desaparición hubiese sido lamentada por nosotros los documentalistas y no hubiese tenido más trascendencia. Lo más relevante de su trayectoria es el efecto de sus iniciativas científico-empresariales, ya que ambas facetas constituyen un todo indisoluble, sobre la Ciencia Mundial. La valoración de este aspecto es difícil de realizar sin caer en el panegírico o en la hipercrítica. 


No es exagerado, a nuestro juicio, decir que su índice ha cambiado la forma de acercarse a la investigación a nivel mundial. Y que, en ese sentido, su obra afecta a la vida diaria y a las estrategias investigadoras de los científicos y las instituciones a un nivel que ninguna otra propuesta científica ha alcanzado. No debemos olvidar que la oferta de SCOPUS es, en este sentido, una mera duplicación de la desarrollada por Garfield. Es difícil concebir hoy la forma de afrontar la investigación en sus etapas primeras: búsqueda y selección de la información científica, por parte de los investigadores, si no hubiese existido la aportación de Garfield. Son hechos que rompen las formas de actuación conocidas y las sitúan en una nueva dimensión.


Por otro lado, y según algunos para mal, la planificación de la carrera académica, la selección de las publicaciones, su valoración y, en general, las métricas de la ciencia son inconcebibles sin él. Desde ese punto de vista se pueden mencionar pocos científicos que hayan tenido una influencia global más profunda que él en las vidas de todos y cada uno de los investigadores de la segunda mitad del siglo pasado en adelante, y posiblemente cualquier otro cambio que se produzca en el futuro lo hará sobre la base o en contra de los desarrollado por Garfield.


Es bien sabido que la obra de Garfield tiene un lado controvertido y no me refiero ahora a las rutinarias críticas de algunos investigadores sobre el hecho de que una empresa privada “controle” sus vidas académicas. Si no a que la ingeniería científica, el cálculo sobre el retorno en citas de una publicación se haya convertido en un factor que influye decisivamente en las estrategias de publicación de miles de investigadores y de las propias revistas científicas. Pero conviene recordar que el propio Garfield advirtió repetidamente contra los malos usos de sus indicadores y que han sido las agencias evaluadoras de decenas de países, y no la empresa fundada por Garfield las que han sancionado estas prácticas.


 

La persona

Mi conocimiento personal de Eugene Garfield fue superficial, pero en este aspecto me ha llamado la atención que, entre los múltiples textos de homenaje y necrológicas escritos estos días, casi hay más ponderaciones sobre su carácter, audacia, inventiva y amabilidad que sobre su obra, quizá por ser ésta de sobras conocida. 


Lo que yo puedo decir de mi trato personal con él es que era una persona cercana, un conferenciante interesante y ameno, y que parecía estar dotado de una paciencia infinita para posar con perfectos desconocidos que querían (queríamos) hacernos un retrato junto al “founding father” de la Documentación científica.


 

Evaristo Jiménez Contreras
Universidad de Granada
Comité editorial de la RECD

 

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